Elizabeth Bell receives Orden Diego de Porres award
The Orden Diego de Porres – Gold Award – was awarded to Elizabeth Bell at Capuchinas by the Consejo Nacional Para la Proteccion de La Antigua Guatemala on December 1st. The following is the speech she gave following the presentation.
Autoridades eclestiásticas y civiles, Miembros del Consejo Nacional para la Protección de la Antigua Guatemala, Conservador de La Ciudad, y amigos todos, quiero agradecer su asistencia a la Entrega de la Orden “Diego de Porres” en grado de Gran Venera. Reconozco que esta es la Máxima Condecoración otorgada, lo que me llena de emoción.
Al venir a esta hermosa ciudad en 1969, me sorprendió que realmente hubiera tan poca información de la ciudad al alcance del público en general. Muchos me decían que La Antigua se había construido en 1543 y al destruirse completamente, en 1773, fue abandonada ¡y ya, aquí estamos!
Recuerdo cuando el arquitecto Roberto Ogarrio, nos visitó en el Club Antigüeño en 1969 para explicar un poco sobre la conservación de la ciudad y que estaba por aprobarse la Ley Protectora. Realmente nadie entendía de qué se trataba la conservación de la ciudad colonial. La duda más “alarmante” entre los asistentes, fue cuando alguien preguntó que si era cierto que el Consejo iba a pintar TODA la Antigua de blanco — con lo que iba a parecer cementerio — y que si el Consejo quería ‘”congelar la ciudad y hacerla un Museo Vivo”. El arquitecto Ogarrio, explicó que no iban a pintar nada… Entonces, ¿que iban a hacer? ¿Para qué una ley? ¿Quién iba a creer que la ciudad se iba a convertir en centro turístico si todo estaba en ruinas?
Al haber crecido en Palo Alto, California, entre la creación de música rock y el nacimiento de las computadoras, crecí en un ambiente de inquietudes… de la pregunta: “Por qué, por qué es así”, por lo que a través de los años quise entender más de mi nuevo hogar.
Cuando el Consejo inició sus funciones en 1972, junto a mi esposo, Julio Aceituno, contratado como el Primer Inspector de Monumentos, nos tocó, participar en los primeros trabajos y el retiro de los rótulos y propaganda comercial. Poco a poco empezamos a ver los cambios, incluyendo la limpieza de los monumentos de la ciudad.
En 1978, al redactar la primera edición del libro “Antigua Guatemala”, con Trevor Long, empezamos a ponerle atención a todos los detalles posibles de los monumentos, en compañía de mi amigo y colega, Enrique Barascout. Fue fascinante.
En el mismo año, yo empecé a trabajar en el Consejo. Me recuerdo cuando Betsy Montealegre me entregó sus tarjetas informativas con todas las fechas de la ciudad. Realmente pensé que iba a ser imposible aprendérmelas todas – pues – parecía una obra titánica!! Poco a poco, y con la ayuda de los grandes investigadores y promotores de la conservación de esta ciudad, Luis Lujan, Roberto Aycinena, Margarita Estrada, Alejandro Flores, Donald del Cid, Hugo Cerezo Dardón, Jorge Lujan, Cristina de Lujan, Miguel Álvarez, Celso Lara, William Swezey, Rodolfo Asturias, José María Magaña Juárez y muchos profesionales más……me sentí cómoda al lado de quienes siempre querían saber más de la ciudad y conservarla. ¡Nos unía un profundo amor por esta ciudad!
Como profesora, comprendí la necesidad de enseñar a los niños acerca de la importancia de entender y amar la ciudad y empecé los talleres y recorridos escolares a través de los programas culturales del Consejo, en los que participaron más de 10,000 alumnos al año, pues al final de cuentas, soy Profesora por profesión y por pasión.
A través de mis libros, quise plasmar información que estuviera al alcance de todos, en un lenguaje no-tan-académico para que todos pudiera degustar de la ciudad, como yo lo había aprendido a hacer. Como profesora, también vi la necesidad de llevar esa información a toda la población, no sólo a una elite académica o cultural, sino al alcance de todos.
En 1983, mis estudios en el ICCROM, Roma, pusieron en evidencia que en La Antigua Guatemala se llevaba a cabo una de las mejores restauraciones del mundo, y que el Consejo la había puesto a la par de cualquier ciudad monumental. Adquirir conciencia de eso me dio orgullo y renovó mi interés por seguir trabajando en beneficio de nuestra amada Antigua.
En 1996, tuve la oportunidad de colaborar con el rescate de la obras pictóricas del Museo de Arte Colonial durante siete años, y desde hace otros siete años, en la restauración de las pinturas de San José Catedral a través de colaboraciones económicas obtenidas de varias fuentes, lo mismo que producto de los recorridos culturales que inicié en 1992.
A lo largo de los años, también me ha encantado ser co-fundadora de las Asociaciones que velan por el cuidado de la ciudad, tales como Salvemos Antigua, Asociación Cerro de la Cruz, Fundación Cultural Duane Carter y Asociación Destino Antigua, entre otras. El futuro de la Ciudad está en manos de los vecinos, quienes, ahora, cuentan con mayor capacidad que antes para velar por la ciudad, lo que es sumamente satisfactorio.
En las últimas semanas me ha llenado de un placer profesional increíble, ver los esfuerzos de los residentes y vecinos antigüeños, porque Palacio de los Capitanes Generales mantenga un uso digno y siga siendo sede del poder público local. Para mí es ver, en plena flor, el fruto de los esfuerzos de muchos a través de tantos años. Realmente se trata de un acto cívico encomiable y ejemplar.
Defiendo la Conservación y Desarrollo Positivo de la Ciudad porque creo en ella, de la misma manera que creo en la labor del Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala. Si no hubiera sido por el Consejo, no me puedo imaginar QUÉ hubiera pasado con nuestra amada ciudad, ¡ni me lo quiero imaginar!
Desde hace algunas semanas, cuando Miguel Torres me notificó el alto honor que se me haría en esta celebración, he reflexionado sobre tantas cosas que han pasado a lo largo de los 42 años que tengo de conocer y dar a conocer la Ciudad y su conservación, que me han mantenido entre la nubes de gratos recuerdos.
Me siento agradecida al estar al lado de la Familia del arquitecto Roberto Ogarrio Marín, quien con su entusiasmo y dedicación, embarcó a toda una generación de jóvenes antigüeños -de aquel entonces- en la tarea de salvaguardar la ciudad monumental.
Todo eso me llena de emoción y estimula a continuar con la labor. Deseo y Esperaría que en el futuro, al mencionar mi nombre, quien lo escuche, lo primero que piense sea en la importancia de CONOCER, SALVAR y VELAR por el futuro positivo de esta ciudad, con la misma intensidad con que yo lo hago.
Esta condecoración la recibo llena de satisfacción y la dedico a mis hijos, Julio y Alexander. Lo hago a manera de compensación, pues mientras fueron chiquitos les dejé de dar inestimable tiempo que dediqué a rescatar y valorar un patrimonio cultural que llegó a tener reconocimiento universal, con la esperanza de dejarles esta ciudad, única en el mundo, en mejores condiciones de las que yo la recibí.
A nivel profesional, se la dedico al arquitecto José María Magaña Juárez con quien, desde 1979, hemos mantenido una constante colaboración en la tarea de dar a conocer la ciudad y ciudarla.
Sin ellos, este momento no hubiera sido posible.
Realmente estoy conmovida – pues esta Condecoración es la más alta que el Estado de Guatemala da en el ámbito de la Conservación de La Antigua Guatemala- ¡lo que además, me llena de emoción!